sábado, 9 de septiembre de 2017

Vomito Verbal

Escrito 4 de julio 2017
Juana de Ávila, Maracaibo, Lago de Maracaibo, Zulia, Venezuela



No me sale. Es como si estuviera parado en una peña sobre el abismo de lo brillante sin saber si salgo volando o caigo hasta el olvido… como que cada vez que me inspiro en escribir las ideas que están en la punta de la lengua, las palabras que sé que darían transparencia y coherencia a todas mis rarezas, mis costumbres y mis formas de ser, que pudieran brindar entendimiento a los demás y tan rápido que me emociono de la posibilidad de compartir esas esquirlas de mi ser con los demás, finalmente traducidos a un lenguaje entendible por los humanos, se me van las ideas, como la neblina desvanecida hasta su desaparición por los primeros rayos del sol después de una noche, larga, oscura, fría y húmeda. 

Intento recordar esa sensación de sentir solo entre las masas, de estar en una manada pero solo viéndome solo rodeado por la soledad, de sentir que la gran mayoría, casi todo lo que hacen los demás me cae mal, me desagrada, me incomoda, me hace hacer querer huir, porque si, reconozco que por más que se quedarme quieto, planteado, extender raíces a las profundidades de la Tierra, de frentear y defender, mi reacción, mi instinto por naturaleza es huir, perderme de todo el mundo, pues de los humanos, de estar solo,  estar entre hojas y plumas, cortezas y escamas, agallas y colmillos, raíces y aletas.

Y si no lo puedo hacer físicamente, mi mente va lejos, se tira por las peñas de la Jagua, se inunda en las aguas de los mangles y arrecifes de la Bahía de Biscayne, se interna en los bosques de los zanjones del Bajo Cuacua, se pierde entre los nidos de las Cuchas y de repente mi mente que estaba lejos, en esos paraísos, es abruptamente llamada de regreso a donde está mi cuerpo, normalmente rodeado por concreto y asfalto, por personas que me ven como raro, extraño y antipático me observan con preocupación y miedo de ideas que se tildan de locuras, enfermo, fantasías utópicas… les da pena por mi Madre que tuvo un hijo así.

Pero pues sí, me revelo en contra una cultura popular que nos dicta a vivir, performar (pretender), existir y subsistir colaborando y contribuyendo a un sistema que destruye el único hogar que tantas especies comparten. No me como el cuento de estabilidad, seguridad, mejorar la condición social y económica, de progreso, desarrollo y éxito, de valores basados en que dirá la gente y cuanto capital disponible hay para despilfarrar… y por más duro que lo he tenido que llevar exiliándome de semejante burrada de cultura, no busco contribuir a esas pajas mentales de individualismo sabiendo que esa idea de avanzar en lo personal contribuye implícitamente a una destrucción colectiva inevitable.

Yo no sé cuándo comenzó, pero sé que he causado preocupación y estrés a muchas personas por mucho tiempo. Es que desde mi niñez no me pareció raro pedir que cuando muriera, mis restos físicos fueran entregados a los animales carnívoros para alimentarse y no dejar mi cuerpo caer en el desperdicio, o cuando peleaba con los otros niños en el recreo por que agarraban a piedra las ranas y una vez que capturaron unas mariposas nativas para sacrificarlas a sapos exóticos que habían de mascota en el terrario de las aulas de la escuela. Nadie me entendían y una tras otra vez me decían que “esas cosas no se pueden decir” o llamaban a mi mamá para sacarme del colegio, otra vez expulsado, o insistiendo que me llevan a un psicólogo porque ese niño no está bien. Pero ni los psicólogos sabían que hacer cuando un niño con menos de 10 años explicaba que el suicidio era válido porque con la situación ambiental y social del mundo “no había nada que me pudiesen decir para convencer que el mundo iba ser mejor lugar ya cuando yo fuera grande, Entonces porque prolongar lo inevitable?”.  

Sé que tenía amigos, con quien compartía y para compartir conmigo uno solo tenía que gustar de la naturaleza y los animales, ya con eso pa que más… pero con el tiempo, la edad y las exigencias sociales los otros niños y niñas iban dejando el afecto para la tierra y los animalitos a un lado y los automóviles, los deportes, las modas y marcas tomaron prioridad y con cada amiguitx que dejaba su interés por la Tierra, perdía otra amistad, siempre me afectaba mucho que mis amistades me desconocieran, pero se volvió la norma frecuente, y pues por lo menos yo tenía la Tierra y los animales y por lo menos pensé que los humanos no me harían falta.

Las vacaciones escolares después de primer año de primaria fue lo mejor. Yo ya había tenido experiencias de acampar en los Everglades con mi familia y de pescar en los Cayos, pero lo que me esperaba en la tierra natal de mi madre y su linaje fue otro mundo. En escasamente tres meses mi abuelo materno además de enseñarme manías necias en las galleras y prostíbulos del centro del Huila, en menos de tres meses de mi primera visita me tenía andando los montes del Bajo Suaza con mi propio machete, montando caballo solo, abriendo y cerrando broches, bajando las mazorcas de cacao y chupando la pulpa alrededor de las pepas (pero sin botar las pepas ya que el decía valían más que oro), ordeñando vacas en la madrugada y nadando en los ríos corrientosos por las tardes. Oportunidades de crecimiento, descolonización y de aterrizarme que ni con las visitas al Resguardo Miccosukee en las afueras de Miami iba lograr con la vida de mi familia colona-migrante viviendo el sueño latinoamericano Miamera.

Creo que nadie se dio cuenta, ni mi madre, ni mi padre, abuelos y tíos, que por 11 años de vacaciones escolares combinado con breves experiencias en el norte, me abrieron la puerta para aprender de ese mundo real, vivo, donde la Tierra aun palpita desde antes que amanece el sol, que respira con el rocío que se acumula en las plantas por la mañana, que coge fuerzas con los vientos que el sol despierta con sus rayos, que se internaliza, se auto fecunda con las moyas y remolinos que se forman en los ríos arrastrando lo que se ve en la superficie a las profundidades no vistas y que da a luz con los relámpagos y truenos que hacen parecer que el mundo se acabará cuando realmente las cosas apenas están comenzando.

Nadie vio lo que yo vi, la ruta de escape, el camino para aprender lo que se requiere vivir en este mundo fuera de las junglas de concreto con sus supermercados, centros comerciales, con su despilfarro de electricidad, plásticos y alimentos procesados. Otros veían un paseo bonito por una tarde, un fin de semana, un buen lugar a descansar un rato y yo veía la trocha menos tomada, la vida más rechazada y menos preciada, pero la más digna, integra y coherente. Una decisión que vivo hasta el sol y la luna de hoy acompañado con una cantidad de críticas, insultos, chismes, dudas, inquietudes, juzgamientos, y sencillamente amarguras que no quisiera tener que experimentar. ¿Cómo saber coexistir con las personas que revindican y defienden unos valores que nos lleva a una muerte planetaria? Ya que es suficientemente traumático como para tener que aguantarme la mala actitud además. Peor… entre esos están tu familia y amistades, apoyando lo que nos mata a todos.

Y porque ese mismo modo de vida que es tan arrogante y pretencioso que las personas que la viven están consumiendo todo, uno no tiene de otra de tener que saber cómo vivir en ella porque cada vez más, ese camino que una vez vi en los montes del bajo Suaza se va perdiendo. Las luces de la ciudad brillan mucho para ver las estrellas y guiarse de noche, las montañas las han ido comiendo para sacarles metales y materiales de construcción, los ríos que se navegaban están estancados con represas y los peses que hay, no son los peses de mis abuelos, son otros, que no saben de subienda, de comer frutas y reproducir en las cochas cuando hay invierno, porque ya hasta con el invierno, el río sigue igual, le suprimieron sus ciclos. Los tallados en las piedras se pierden entre los rayones de aerosol y los tallados de amores espontáneos que no duran más que el tiempo que se tomó para rayar las piedras, pero su huella borra todo lo que existía antes, eso sí dura mucho, mucho tiempo.

Con los comics, X-Men sobre todo, pude encontrar otros mundos en que perderme y en mi mente las formas de mi territorio, nativo y de migrante, las enseñanzas de mi abuelo y su tierra al igual las enseñanzas de la selva de asfalto y concreto fueron mezclándose con este mundo maravilloso inventado por una gente llamada Marvel y un tipo gringo que para muchos en un nadie, y para muchos otros es un genio, Stan Lee. No les miento, pero constantemente mi imaginación piensa que haría Magneto ante una minera que destruye el extremo norte del continente de Abya Yala que depende de apenas dos rieles de metal para sacar y comercializar el oro negro en forma de piedra que va devastando toda una nación, todos sus clanes y un territorio de múltiples montañas, ríos, humedales, bosques, desiertos y sabanas. Que haría Tormenta ante un muro que le ponen al río que tiene que fluir como siempre ha fluido. A nosotros los que no tenemos poderes fantásticos de la cual se hacen películas multimillonarias nos persiguen con balas y moto sierras, atormentan nuestras madres y parejas con lo que nos quieren hacer, buscan desaparecer nuestros cuerpos y también nuestros pensamientos y legados, buscan generar terror, escenas macabras y sangrientas, picando y destrozando a la gente y a la vez el territorio. Porque nadie se puede meter en el camino del progreso y el desarrollo. Hasta los que dicen pero no actúan de amar la Tierra, culpan a las víctimas y no al sistema de conveniencias y comodidades donde ellxs son socixs y se quieren hacer ciegxs.

Y uno se encuentra una y otra vez con una “Y” en el camino. Seguir viviendo lo que uno sabe que está bien, correcto, coherente, sensible y colectivo, llevando el bulto de la suciedad de la sociedad, las malas fichadas, los juzgamientos, las amenazas y atentados o intentar de vivir la vida que la suciedad llama correcta, de apariencias, de marcas y modas, de lo que dirán la gente, de poder despilfarrar en una cena lo que otros luchan para conseguir para sobrevivir un mes, el camino aceptable, cómodo pero profundamente egoísta, incoherente y miope. En 35 años tengo claro que el cuerpo rompe antes que la mente, antes del corazón, antes de la determinación. Mi resistencia física y capacidad de guerrear en esta carcaza llamada cuerpo, mi primer territorio cada vez es menos y mi mente y corazón se frentea y se choca con esta realidad, mi cuerpo ya no responde como antes.

Por más fuerte y lleno de resiliencia que tengo gracias a la Tierra que me lo ha brindado para servirle a Ella, mis entrañas, físicas y emocionales, son más débiles de lo que parecen, no puedo tomar el camino de la comodidad y gratificación instantánea y banal sabiendo los costos verdaderos, las externalidades que como individuo, si no quiero, no tengo que saber de su existencia.  Mi propia consciencia es demasiado fuerte y determinado que me sacaría de ese barco a patadas mandándome a nadar o por mucho remar. 

Sigo intentando encontrar un camino con equilibrio, que me permite vivir sano y también coherente, pero por ahora… sigo en una simple canoa intentando de navegar por medio de las estrellas pero el brillo de las luces de los edificios y las vallas de publicidad no me dejan ver lo que siempre ha estado allí y recordarme bien donde estoy, quien soy y pa donde voy.

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