domingo, 15 de enero de 2017

La lleva

2014
Las Peñas, La Jagua, Alto Yuma, Abya Yala.

Ye llevábamos un tiempo jugando "la lleva", por allí una hora. Los límites eran todo el río y la parte de la orilla donde hay arena y no piedras debajo de las peñas. Éramos cuatro jugando, mezclando brincos, clavados, nadando y corriendo descalzos sobre piedras y arena, haciendo lo imposible pa que no nos pegaran la lleva. Cristian era "la lleva" por un buen rato ya que nadie se dejaba tocar. Ciertamente se cansó de perseguir a los demás y  fijó su mirada en mi para pegarme "la lleva", pero yo no lo iba dejar. Corre, brinque, nade, clavar, emerger, nadar a la orilla, repetir todo de nuevo… yo resisto pero uno se cansa. 

Después de repetir esa coreografía varias veces empecé nadar río abajo para ahorrar energía y Cristian me persiguió, sin embargo no me iba tocar, o por lo menos no le iba ser fácil, ´tonces justo en el momento que me iba pegar la lleva, me clave y me fui pa bajo, solté todo el aire de mis pulmones para hundirme más rápido, dos veces sonaron mis oídos por la presión, hacía frío, muchísimo frío y lo mientras más profundo más aumentaba la corriente, cuando de repente estuve donde jamás había estado en toda mi vida, me zafé de las piedras del fondo del Gran Río de tantos nombres: Yuma, Guacacayo, Arli y desde la invasión europea, Magdalena. 

Mientras que el cuerpo entero de agua me pasaba por encima, sentía la combinación de sedimentos, materia vegetal y otros objetos más pesados que me rodeaban el cuerpo al ser arrastrado sobre el fondo del río.  Mi imaginación me traicionó y solo deseaba que un cadáver no me acariciara en este frío al ser llevado por la corriente. No había luz, no se podía ver nada y por el frio empecé a temblar. ¿Dije que hacia frío? Después de un momento, lo que sentía ser varios minutos probablemente no eran más de 40 segundos, emergí, Cristian que estaba río abajo al ver me empezó nadar con toda fuerza hacia mí, de nuevo no me alcanzó por más de un minuto. Muerto, me acerca a la orilla y me arrastre del agua, exhausto, sin aire, mareado, con náuseas y me dolía la cabeza. 

El cambio de presión por el agua con el esfuerzo físico fue demasiado para mi resistencia y me "foquié" tirado en la playa con mis brazos y piernas abiertas. Cuando me desperté, me sentía un poquito mejor, aun exhausto. Me senté y los otros tres estaban en el río cerca de la orilla hablando. “cuanto llevo dormido?” les pregunté, “casi una hora” respondieron. Les dije que había tocado el fondo del río. Los ojos se les abrieron como platos, “¡Mentiroso! ¡No puede ser! ¡Con razón que te quedaste foquiado!”. Ya cuando me iba acomodar y volver a acostarme, Cristian me dice, “Ah, la llevas, te lo pegue cuando estabas dormido”…